Como todas las noches, aquí voy de regreso a mi casa después de un largo día de estudios y colaboración en la radio universitaria. El sol acaba de esconderse entre los edificios viejos, sucios y de estructura deteriorada. Es la hora en que los proletarios salen de sus oficinas y otros lugares de trabajo donde han sido explotados por más de ocho horas, atropellando sus derechos humanos y laborales.
Todos los que no tienen automoviles, claro que me refiero a casi todos los proletarios y proletarias, corren por las calles buscando el autobus que les llevará hasta sus humildes hogares. Debo decir que también me toca correr al lado de ellos para subirme a la unidad de transporte público, y para ser sincero, eso es toda una travesía.
Cuando al final he logrado subirme al colectivo, al igual que a la mayoría, me toca ir parado por dos horas, y no porque el camino sea largo, sino porque el tráfico en el centro histórico de San Salvador es pesado.
Es más que obvio que el proletariado va muy cansado, así que se duermen recostados en la ventana o casi encima de la persona que llevan a la par. Los que van parados y que ya no aguantan el cansancio, se duermen ahí, aferrados a los barrotes y pasamanos del autobus.
Debido al largo día de trabajos duros y sudoración, el olor que despiden los trabajadores y estudiantes que están a bordo del bus, no es nada agradable. A esto hay que sumarle el elevado smoke que se respira en las calles.
Por si esto fuera poco, un par de delincuentes se suben y comienzan a pedir a mano armada las pertenencias de nosotros los pobres que lo único que andamos es casi todo lo que tenemos. En el mejor de los casos sólo se suben a robar, y en el peor pueden dejar al motorista asesinado sobre el timón.
Y si todavía esto no fuera suficiente, un tiempo después del asalto, como el autobus es viejísimo, casi de principios del siglo pasado, comienza a fallar y termina quedándose en medio del bulevar, así que tenemos que bajarnos y esperar que otra unidad pase por nosotros e ir aun más incómodos.
Esto es de todas las noches. Casi parece algo inevitable. Es parte de la rutina. A parte de tener un salario miserable, los proletarios, tienen que exponerse a los peligros inminentes de la noche en el transporte público. Su salario es tan paupérrimo que casi pagan por ir a trabajar y ser explotados. Ellos no se merecen esto, pero su esperanza es que "algún día podrán salir de su miseria", cosa que es una utopía ¡JAMÁS PASARÁ!
Los proletarios nunca superaran su pobreza, porque es una utopía, los burgueses no lo permitirán... a menos que hagamos algo realmente significativo para lograrlo.
Esa es la idea que nos han vendido los burgueses, que "si los proletarios se esfuerzan, podrán superar su pobreza", pero aunque se escuche bonito e idealista, los burgueses no lo permitirán. Si no lo permitirán, al menos deberían brindar seguridad por las noches a sus esclavos, perdón... a sus empleados, que cuando regresan a sus hogares utilizando las prehistóricas máquinas de transporte público, se ven expuestos a los peligros más horribles que se puedan imaginar.
Ezequiel Barrera
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