Por un momento el mundo es mío… ¡Sí! Muy mío. La frescura del aroma a rocío me llama con frecuencia y el conglomerado de encantos de mi alma se divisa tan cerca que de pronto me siento transportado a un sitio arrecho y plagado de algo que me resulta incomprensible. La vida se dilucida con un brillo tenaz, que puede rebasar el límite de lo inimaginable. El vetusto desvanecer de tu mirada me parece tan cercano, que sin vacilaciones me envuelve con un cuchicheo especial, que con comienzos de presagio me anuncia la llegada de la brisa estival, que de a poco me ha convertido en alguien, cuyo gozo no se altera ni siquiera por la más mínima suspicacia.
De cuando en cuando me siento a sonreír, y, a la vez, a disfrutar de lo afable de mi imaginación, que para ser honesto es lo único que me mantiene de pie. Siempre he sido fuerte frente a situaciones difíciles, mi osadía me mantiene despierto y alerta hasta de lo más baladí.
Por supuesto…me consideró, además, un sádico empedernido, esa parte de mí me hace diferente y, aunque no sea de mi agrado, he aprendido a vivir con ella como si fuese algo consuetudinario. No oculto, pues, que a veces me siento compungido, sobre todo porque no sé de dónde vengo y quién soy; pero más allá de ello, soy alguien, cuyos preceptos frisan la simpatía del éxito que, si bien no lo conozco, siento como si fuese un gran amigo. Sí, así como lo oyen, a veces fraternizamos, jugueteando con mis sueños y mis anhelos. Yo lo hago en son de desafío y él me lo echa por tierra con un simple soplido de indiferencia.
Pero no les he contado que soy un tipo nostálgico, alguien a quien le gusta disfrutar de una buena compañía y ¿Por qué no? De una buena copa de vino, sí, del más añejo. Mi abuelo solía ser un buen catador de vinos. Para él, eso más que un trabajo era un arte, y creo que, de algún modo, me lo transmitió. En fin, soy un tipo tranquilo, a veces con síntomas de murria, pero un tipo al fin.
El encanto del crepúsculo me desafía cada vez que puede; sin embargo, no me lo tomo a pecho. Mis días son tan voraces como el sigiloso susurro de los ayeres, enclavados en las heridas de mis decepciones. Bajo este encanto me siento el dueño de mis inspiraciones, pero me desconcierta que me pueda convertir en una persona afrentosa, que pueda perpetrar cualquier atrocidad sin ningún cargo de consciencia.
Pese a todo, todas las mañanas me fascino con el fulgor de del alba, que, aunque es solo un sucinto momento, me hace recordar la belleza matinal que ronda las antípodas de mis desesperados delirios. Me gusta escuchar el canto de las aves; más aún, me siento cada tarde a escuchar como se esparce el amor a través del concierto seráfico, que ofrecen en la entrada de mi hogar.
No lo sé… pero a veces soy tan fatalista me imagino lo peor: figúrense que el otro día me comencé a preocupar al no saber si viviría lo suficiente como para realizar mis sueños. Eso, quizá, no sea un tema de interés para muchos, pero para mí eso constituye una especie de enigma, que el día en que le encuentre una repuesta, tendré paz, me sentiré a gusto. Mientras tanto, sigo cotejando mis conjeturas que, por más sensatas que suenen, no me convencen.
Por otra parte, ¡ah! La lectura…sí, la lectura es uno de mis pasatiempos preferidos, me gustan de esos libros gruesos, de esos por los que la gente se ofusca cuando les da una “ojeadita”, de esos que la gente dice: “¡Jueputa!, que grueso está esta babosada”. Están cargados de una magia que muchos no se atreven a conocer, quizá porque creen que sea innecesario o simplemente no son asiduos en materia de literatura. Pero una vez que uno se adentra en la lectura, se encuentra con un mundo desconocido y listo para llevarlo a uno hasta las formidables entrañas del saber. Confieso que no solía ser un tipo allegado a leer, pero cuando leí el primer libro, que fue “Luz de Agosto” de William Faulker, quedé absorto. Me nació, pues, el deseo de leer más y, en efecto, seguí con el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto, el sexto…A la fecha he leído un montón de ejemplares; y constantemente me toca contender con mis cuentas más que dudosas, pues a veces me sale una cantidad y otras una cantidad que difiere de la primera. La verdad es que ya me hastié de hacer cuentas; por lo que ahora me dedico nada más a disfrutar de un buen libro cada vez que puedo.
Mis principios revolucionarios, ¿Qué les puedo decir sobre ellos? Desde hace un tiempo se han convertido para mí en mi razón de ser una persona mejor y de querer convertir a esta sociedad en un oasis de igualdad. Por el momento mis conocimientos son más que vulgares, pero en los últimos meses he venido fraguando la idea de realizar un estudio detallado del Marxismo. No suelo ser alguien que se desgarra las envestiduras cuando hablo de ese asunto, pero sé perfectamente que con ese principio, que en la actualidad se ha tergiversado, se puede generar un cambio sustancioso que lleve alivio a nuestro pueblo oprimido. Pero eso ya es cosa de política, y no habló más de eso; porque podría ser tildado de demagogo, de politiquero.
Soy, asimismo, un tipo empecinado con el deporte y, aunque no voy con frecuencia a jugar al fútbol, para mí esta disciplina se ha convertido en parte de mi vida atlética, la cual es parte de mi imaginación fantasiosa. Así, por ejemplo, cuando juegan el Barcelona y el Real Madrid, mi corazón, al igual que el país, se paraliza; se llena de una atmosfera cargada de aprehensiones que amenazan con apuestas de parte de ambos lados. Ese partido desata todo tipo de comentarios, todo tipo de conjeturas, y de insultos: “no, hombre, el Barca es el ´tata´ del Madrid”, “El Madrid es mejor que el Barcelona; ha ganado más títulos que esos mediocres azulgranas”. Sin tanto revuelo me confieso Merengue. Por otra parte, hace algunos años la Selecta ha despertado una especie de esperanza, que renovó el sentido deportivo de toda una nación. La Selección surgió de las cenizas como el ave fénix, y para sorpresa de muchos ha vuelto a ser orgullo nacional. ¡Como me gusta eso! Siento que, como muchos, llevo el fútbol en la sangre, me siento como los brasileños, con excepción de que ellos sí juegan bien al fútbol. No pierdo la esperanza de que algún día lleguemos de nuevo a un mundial, aunque sea para ser goleados como la última vez…¡Es que ese 10 a 1!
Pero también me gustaría viajar para conocer nuevos lugares; me encantaría, por tanto, estar en Londres, Madrid, New York, Tokio, Roma, Buenos Aires. Por eso viajo a través de mi universo desconocido de sensaciones, para estar aquí ahora, para estar allá mañana. ¡Juela! Solo imagínense que fueran bajando del aeropuerto de Comalapa, con un montón de equipajes y que, al mismo tiempo, estuviera tu familia esperándote para preguntarte qué lugares conociste, si trajiste fotos, cuántos días te vas a quedar o para decirte: “¡Qué cambiado estás!”; en fin, uno es en esas circunstancias una especie de archivo de anécdotas que en la medida en que van saliendo a la luz, impresionan a los que por mucho tiempo estuvieron esperando con ahínco que llegara uno.
Mis sueños…Como pueden leer, de vez en cuando los confundo con mis desaciertos, pero sin tanto esfuerzo los diferencio, pues los primeros nacen en mis deseos y en la necesidad que muchos tenemos de ser diferentes algún día. O… ¿Acaso, no se vale soñar? Mientras que las segundas, surgen del regazo de las incongruencias de mi inmadurez, de mis frustraciones. Todos somos un sinfín de cualidades tanto negativas como positivas, pero lo que nos hace especiales es que disfrutamos, creemos, sonreímos, sufrimos y amamos. Nadie puede describir tales sentimientos, por más que se hable o se escriba sobre ellos; pero… ¡Qué paradoja! Todos los experimentamos…El mundo, aunque sea por un instante, es nuestro, solo es cuestión de criterio, de fe.
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